jueves, 27 de agosto de 2009

Dejo un fenomenal poema de Bécquer:

(XLIII)

Dejé la luz a un lado y en el borde
de la revuelta cama me senté,
mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared.

¿Qué tiempo estuve así? No sé: al dejarme
la embriaguez horrible de dolor,
expiraba la luz y en mis balcones

reía el sol.

Ni sé tampoco en tan terribles horas
en qué pensaba o qué pasó por mí;

sólo recuerdo que lloré y maldije,

y que en aquella noche envejecí.