
Un día estuvo al borde del límite de lo que sabe que puede abordar, y fue así que él, desafió lo imposible (o por lo menos eso tuvo entendido) y simplemente midio mal la jugada con sus dedos. Se le fue de las manos todo y como no lo pudo controlar, solo le quedo una sola opcion: ser controlado. Fue así cuando su fiel amigo lo rescato de esa nulidad, quién inteligentemente pidió solo una cosa a cambio: ser obedecido. Así, fue cuando yo, coco, me lu cruzé cuando se lo llevaban vendado en la camilla rumbo a un lugar de sanación espiritual y me susurró: “No quieras pasarte de vivo, la vida es corta pero de cristal”. Y por alguna razón, yo empezé a obedecer a mis compinches.
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